San Pablo y los 99

Muy pronto comenzará el “Año Jubilar de San Pablo” (del 28 de Junio de 2008 al 29 de Junio de2009).
San Pablo, como todos recordamos, fue el apóstol de los alejados. Fue el que miró hacia afuera, el que abrió las puertas y ventanas de la nueva iglesia que nacía en Jerusalén, e hizo del camino judío una verdadera autopista para todos. La sinagoga exclusivista se convertía en la casa de todos y no en el club privado de unos pocos agraciados por derecho de sangre y tradición. Tiene
gracia que el Señor eligiera a este estricto judío para esta misión de llegar a todo el mundo.

El tema del Multifestival David es muy adecuado, pues, para este año. La necesidad de buscar a la “oveja perdida” no es nueva; pero, tal vez ahora, se hace más urgente. Aunque, como decía un amigo al hacerle mención de nuestro lema para este año, “la verdad es que los que están fuera son los 99 y dentro quedamos unos pocos”. Pues sí, también es verdad.

Pero sigamos con la parábola e intentemos ir al fondo del mandato evangélico. Vamos a comenzar a reflexionar sobre el hecho de “salir”, de “ir a buscar”, con todo lo que esto conlleva de desinstalación personal, de dejar nuestras “comodidades eclesiales”, de ensayar “nuevas formas” que logren atraer a los que se perdieron, tal vez cansados de nuestros viejos ritos.

Hay todo un camino a recorrer para preparar este tema, que nos debe llevar a replantear nuestras “seguridades”, si queremos, realmente, ir a buscar al otro. Hasta ahora, hemos más bien esperado que “el otro viniera”. Le hemos esperado sentados en los bancos de la iglesia
¿dónde mejor?
Como Pablo, debemos “caernos de nuestro caballo”. Dejar, mejor dicho, que el Señor nos haga caer, o nos quite el caballo de un plumazo. Y no tener miedo. Esta actitud de abandono, previo, a conocer la voluntad del Señor es, probablemente, la mejor de las posturas posibles para quien, honestamente, se plantee ir en búsqueda de la “oveja perdida”.

Reconocer que, en alguna medida, también nosotros, los que “permanecimos en casa”, hemos sido “hijos pródigos”. Hemos estado un poco “perdidos” últimamente. Tal vez, demasiado preocupados como aquellos fariseos que no cumplían la ley de corazón, sino de palabra.

Vamos, pues, todos, con humildad y corazón dócil a ensayar esa actitud de abandono, que tanto le agrada al Señor. A disponernos a ser como Pablo, apóstoles de los alejados,… apóstoles “de a pie”, y reconociendo que somos “los más pecadores de todos los hombres”.
Así nos será más fácil acercarnos a la “oveja perdida”.


IDEAS PARA LA REFLEXIÓN.-
- ¿Por qué se fueron? ¿por qué se perdieron?
- ¿Por qué no han regresado? ¿Los hemos llamado? ¿Los hemos ido a buscar?
- ¿Qué impide, de nuestra parte, su regreso?
- ¿Qué actitudes, posturas, costumbres, debemos cuestionarnos si queremos ganar la
confianza perdida de los alejados?
- ¿También nosotros nos hemos “alejado del mundo”?
- ¿Cómo ser coherentes con nuestras convicciones y, a la vez, tener una actitud dialogante
y cercana con los alejados?- ¿Cuál es el espíritu que el Señor quiere que tengamos